Las relaciones maritales de los Masai

Las relaciones maritales de los Masai

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Los Masai son una de las tribus más conocidas de África. Su territorio natural está comprendido entre Kenia meridional y Tanzania septentrional, donde siguen conservando el espíritu nómada y viviendo fieles a las tradiciones, a pesar de que la presión de la globalización y el desarrollo mundial amenaza con provocar cambios en su cultura centenaria.

Dentro de su curiosa y casi pintoresca idiosincrasia -para los occidentales al menos- llama la atención el modo en que se relacionan hombres y mujeres, siembre bajo un contexto marcadamente patriarcal en el que éstas últimas gozan sin embargo de ciertas licencias.

Su matrimonio se suele apalabrar cuando aún son lactantes, atendiendo siempre a motivos materiales y económicos, sin olvidar los estéticos. No se les prohíbe mantener relaciones antes del matrimonio, mientras viven en el clan del padre, pero como contrapartida se les practica indefectiblemente la ablación al alcanzar la pubertad, bajo el pretexto de hacerlas válidas para el casamiento y la procreación. El hombre Masai se sirve de unas campanillas para hacer saber a su pretendida que plantea casarse con ella, las cuales hace sonar tantas veces como cabezas de ganado posea su padre. La dote es importante en el rito Masai, y está compuesta de tres vacas, dos ovejas y un buey, animales de los que la mujer tiene el honor de hacerse cargo tras una pertinente instrucción. La ganadería es una práctica extremadamente importante en la sociedad Masai, tanto que un hombre puede llegar a profesar mayor afecto a sus bueyes que a su esposa. De hecho, en el idioma Maa se designa con un mismo término al hombre y al buey.

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Tribu Masai

El día de la boda, la mujer Masai, luciendo su pelo rapado, adornada con toallas de colores y abalorios blancos, parte hacia la casa de su futuro marido desde la del padre, quien la bendice escupiéndole leche sobre el cuello. Llegado este punto, casarse es una decisión irrevocable; la creencia Masai dice que si se arrepiente y vuelve sobre sus pasos, se convertirá en una vulgar piedra. Durante el camino se ve agasajada por mujeres del poblado, quienes le regalan terneros y cabras, y una vez llega a casa del hombre, éste le da de beber leche agria en una calabaza, lo que constituye el momento cumbre de la ceremonia. Consumada la boda, la mujer pasa a formar parte, como una posesión más, del patrimonio del hombre.

El Masai puede casarse con cuantas mujeres considere oportuno -se trata de una sociedad que tolera la poligamia e incluso la promiscuidad-, siempre que pueda mantener a todas ellas y garantizarles la dote. Tampoco está mal visto que la mujer Masai mantenga relaciones extramatrimoniales con hombres de la misma edad del marido, bajo la condición de mantenerlo al corriente, y éste lo consiente pues según envejece va siendo consciente de que no puede satisfacer a todas sus esposas.

Se intenta siempre que la mujer quede encinta nada más casarse, estando prohibida toda relación sexual entre cónyuges hasta que los hijos nazcan. Al hombre también le son vetados algunos privilegios, como el de visitar la cabaña del parto durante los diez primeros años o el de comer en casa hasta que el hijo aprenda a andar. Pero la mujer es quien acaba pagando las mayores penitencias tras el enlace; aunque la más veterana del harén posee cierto poder sobre las demás, ha de padecer, como el resto, ciertas situaciones humillantes. Es tradición que la familia del novio la reciba en el primer encuentro a base de insultos y estiércol -como alegoría de la dura vida que emprende y la necesidad de fortalecer su carácter-, y durante sus años de matrimonio, debido a la cosificación que sufre, puede ser prestada por el marido a cualquier amigo que esté de paso por el poblado y necesite satisfacer alguna necesidad venérea.

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