El tango argentino

Alguien dijo una vez que el tango, al igual que el blues, es el llanto de las personas que se han endurecido a base de desengaños. Si escuchamos temas como “Mano a mano”, “Cambalache” o “La cumparsita” veremos que así es. Podemos imaginar perfectamente a un cantante cínico, quizá un tanto chulesco, apurando un vaso de licor, contándonos la historia de un romance fracasado o confesando que está harto de la injusticia del mundo.

Quizá sea por eso que gusta a argentinos, uruguayos, españoles, italianos, estadounidenses, ingleses, africanos… aunque también puede ser porque este género musical tiene algo de todas esas partes. No olvidemos que para muchos estudiosos nació en el siglo XIX en el puerto de Buenos Aires, donde llegaban emigrantes de casi todo el mundo en busca de una oportunidad o dejando atrás alguna truculenta historia. Traían, además de sus cuitas, los estilos musicales de sus tierras de origen.

Como sabemos no hay nada tan adictivo como la melancolía mezclada con tristeza; así que esa mezcolanza de estilos nostálgicos y trágicos rápidamente hizo fortuna. Al principio los tangos sólo eran temas instrumentales que en ocasiones eran bailados por las clases populares. Pero, ¿cómo resistirse a contar una buena historia de desencanto con esa música tan evocadora y un baile en el que una pareja resume lo que es una relación con sus momentos buenos y momentos malos? El tango también demostraba, gracias las letras de Antonio Viergol, Luis Roldán o Pérez Freiré que los canallas tenían corazón y sentimientos: incluso añadían términos de su jerga, el fascinante lunfardo.

Pero si hay un nombre que asociamos con este estilo ese es del genial Carlos Gardel. El cantante, de estilo inconfundible, llevó el tango por el mundo entero. Quizá en algunos países de habla inglesa no se entendían sus letras, pero bastaban su entonación y sus gestos para que todos entendieran ese mensaje agridulce o su rotundidad de su mensaje: ¿qué nos queda cuando la vida ha sido dura con nosotros y estamos cansados? Sin duda lo que nos queda es el tango.