El Rodeo

Para nosotros es una expresión típicamente estadounidense: un tipo vestido como un vaquero que trata de aguantar al menos 8 segundos sobre el lomo de un caballo encabritado o un toro indómito. Sin embargo el rodeo es una actividad cuyos orígenes tienen que ver con nosotros más de lo que pensamos.

Como sabéis el Imperio español tuvo presencia en los territorios que actualmente ocupan, entre otros, estados como California, Nevada, Nuevo México, Arizona, Florida o Texas, por lo que durante los siglos XVI y XVIII ya había vaqueros, pero en lugar de hablar en inglés hablaban en castellano. Tras la convulsa época que supuso la forja de Estados Unidos aquellos ganaderos pasaron a ser descendientes de ingleses, escoceses, irlandeses… pero las técnicas de doma y equitación seguían siendo las que usaban los colonos y misioneros de España y México. De hecho los “cowboys” adoptaron el término español “rodeo” para referirse al momento en el que reses y caballos eran rodeados para ser llevados a las ferias de ganado de distintas ciudades.

Con el tiempo a los rodeos les pasó como a los encierros, que se convirtieron en un evento por derecho propio: tras la Guerra Civil (1865) se añadieron competiciones informales de tiro de lazo, resistencia… que atraían a multitud de curiosos.

El sentido del espectáculo y del negocio tan característico de la idiosincrasia estadounidense no tardó en aparecer y en 1888 se organizó en Prescott (Arizona) el primer rodeo profesional.

Desde entonces se ha convertido, salvado las distancias, en un fenómeno parecido al de los toros en nuestro país: profesionales con éxito, negocios millonarios, una eterna polémica sobre si esta actividad es un “deporte” o sólo un espectáculo, y también una agria polémica en torno al maltrato y al sufrimiento animal. ¿Será por su origen o sencillamente es que hay fenómenos parecidos en todas las culturas?