La Ópera de Pekín

Ópera de Pekín

Las tradiciones chinas son curiosas: incluso aquellas que son menos antiguas tienen un aura milenaria, como de un rito que permaneció en un limbo ancestral hasta que alguien se dio cuenta de que estaba ahí.

Eso es precisamente lo que pasa con la Ópera de Pekín. Cuando se asiste a una de sus representaciones (bueno… admitimos que hemos visto esa representación en un vídeo) se tiene la impresión de que es algo que lleva representándose desde una era ignota, cuando reinaban los reyes que se convertirían en leyenda. Pero no es así... la primera ópera de este tipo se representó en 1790 ante el emperador Qianlong, para festejar su octogésimo cumpleaños. No sería hasta 1828 que terminaría una fase de perfeccionamiento que daría el espectáculo que conocemos ahora. Durante esa época de "construcción" se añadirían elementos de otras óperas y espectáculos locales, en especial del Huiban, muy apreciado por los habitantes del sur de China.

El resultado es un fascinante entretenimiento en el que se mezcla canto, danza, acrobacia, mímica y artes marciales. Tantas cosas, pero a la vez tan pocas… son los propios actores quienes nos sugieren con sus gestos desde un paseo a caballo hasta un paisaje determinado. Eso supone un arte refinado, con un código propio que en ocasiones, y lamentablemente, a los occidentales se nos escapa.

Si ponemos a un occidental a ver no una, sino varias obras de la Ópera de Pekín es muy probable que piense que está asistiendo una y otra vez al mismo espectáculo. Eso se debe a que, al igual que el kabuki, tiene una serie de personajes que representan tipos genéricos. De esta manera los personajes masculinos son llamados "sheng" y representan a un arquetípico anciano, galán, militar, noble o bufón; mientras que los personajes femeninos, llamados "dan", representan a damas discretas, jóvenes solteras, alegres casadas, mujeres guerreras y ancianas. Los maquillajes y vestimentas son característicos de cada personaje, aunque su personalidad definitiva varía de una representación a otra.

Al igual que durante la época isabelina inglesa, los personajes femeninos fueron tradicionalmente interpretados por hombres, aunque a día de hoy también hay mujeres en las compañías que representan estos espectáculos.

En apenas doscientos veinte años el repertorio de la Ópera de Pekín ha superado las mil obras, aunque hay fuentes que aseguran que hay muchísimas más escritas que se perdieron, fueron censuradas o sencillamente fueron olvidadas a favor de otras más populares.

Desde luego cualquier Ópera de Pekín es digna de ver por varias razones: un lenguaje teatral distinto, la versatilidad que demuestran unos pocos personajes tipo, lo vistoso de sus maquillajes y vestimentas e incluso el tema histórico de muchas de sus representaciones.

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