La gastronomía inglesa

En torno a la comida inglesa se han hecho muchas bromas: por ejemplo, se dice que en Francia hay buena comida en la mesa mientras que en Inglaterra sólo hay buenos modales en la mesa; que si no fuera poco con conducir por el lado contrario los ingleses tienen que dar la nota cenando a la hora de desayunar; que si, en vez de bombas, los ingleses hubiesen arrojado comida la Segunda Guerra Mundial hubiese terminado dos años antes y por intoxicación masiva de la población alemana… la lista es innumerable (incluso los propios ingleses han participado con algunas bromas al respecto).

¿Pero de verdad la comida británica es tan insoportable?, ¿qué ha hecho para ganar tal fama?, ¿por qué en las calles de cualquier ciudad podemos ver restaurantes italianos, griegos, chinos, japoneses, turcos, suecos… pero ningún restaurante inglés?

La comida británica, en realidad, no se diferencia tanto de otras cocinas del norte de Europa. Sus platos son contundentes y altamente calóricos como corresponde a un lugar con un clima húmedo y frío: pensad en la sopa Ox-tail, de carne de buey o en el Scouse, un estofado caldoso de ternera con cebolla y zanahoria. E incluso como en el norte de nuestro país, los ingleses son aficionados a todo tipo de legumbres guisadas: las famosas “baked beans” podrían ser, salvando las distancias, primas hermanas de nuestras fabes con chorizo (otra cosa es que se nos ocurriera servirlas con el café del desayuno).

Los británicos, como nosotros, los franceses o los italianos, también son muy aficionados al queso. Quizá no sean tan famosos como el cabrales, el camembert o el parmigiano, pero en Inglaterra cuando buscan un queso azul de sabor fuerte piden stilton, cuando quieren uno cremoso y suave cortan un beacon fell o si desean uno curado, denso y quebrazido, comen cheshire.

En carnes y pescado tampoco encontraremos grandes diferencias: pueden encontrarse como relleno de una empanada del tipo steak and kidney pie; fritos, como en el típico fish and chips; cocidos al estilo de las Jellied eels; u horneados, a la usanza del famoso roast beef.

Quizá los más “aceptado” y conocido de la gastronomía inglesa sean sus postres: a todos nos suenan el apple pie, las galletas de jengibre, el sticky toffee (semejante a los brownie), el carrot pie o el christmas pudding… por no hablar de la cantidad de caramelos, dulces y chocolates que produce el país.

Así dicho no suena a algo tan “asqueroso”. ¿Por qué entonces esta variada gastronomía ha sufrido tal descrédito? Hay quien echa la culpa a la cultura de los años 60. Inglaterra se convertía en un país “pop” y exportaba estilo, moda, elegancia y modernidad. Lamentablemente había algunos aspectos “tradicionales” que no cuadraban con esa nueva personalidad tan “british”. Sería complicado explicarlo, así que os pondremos algunos ejemplos: ¿Alguien se imagina a James Bond comiendo pudding frito, baked beans y untando tostadas con "Marmite"?, ¿tendríamos la misma imagen de John Steed y Emma Peel (los Vengadores) si cenaran pastel de riñones?, ¿sería nuestra imagen de Twiggy la misma si la viéramos meterse entre pecho y espalda una ración de salchichas con puré?

De repente un rasgo tradicional colisionaba con una imagen cuidada, moderna y distinguida. Dada la proverbial tendencia inglesa a la ironía y el sarcasmo era normal que todo tipo de chanzas hacia una comida “poco refinada” surgieran. La comida típica inglesa simbolizaba lo que se quería dejar atrás y vaya si se dejó: los restaurantes de toda clase y condición abiertos por emigrantes de las antiguas colonias del Imperio Británico llegaron para cubrir ese hueco. Era más sofisticado cenar dahi vada o korma que shepherd's pie. No queremos decir que sea algo malo: es más, ahora ingredientes como el curry forman parte de la moderna gastronomía británica, y actualmente vemos gran cantidad de curiosas mezclan que aúnan lo mejor de lo isleño y lo internacional.

Así que no nos queda más que recomendaros un tour gastronómico por Albión. Resulta curioso que una de las cocinas más desconocidas para nosotros sea precisamente la de nuestro cercano “vecino de arriba”.