El "Puente de los suspiros" no era para enamorados

Puente de los suspiros

La imagen típica: una pareja de enamorados surca los canales de Venecia en góndola. Poco a poco se acercan a un puente barroco y ambos, dejando aflorar su amor se besan bajo el Puente de los Suspiros...

... Si supieran su verdadera historia sentirían de todo menos amor porque, aquí donde lo veis, el famoso puentecito era el lugar por el que pasaban los prisioneros a los calabozos del palacio Ducal después de ser condenados. Sí, suspiraban, pero porque era muy posible que esa fuera la última vez que viesen la ciudad dadas las condiciones de las cárceles en aquella época.

¿Cómo pasó de ser algo tan "terrible" a algo tan, con perdón, cursi? Se dice que Lord Byron tiene la culpa. Él conocía muy bien su verdadera función y por eso, dicen, que le bautizó con el nombre por el que le conocemos ahora. ¿Qué pasó? Que nosotros nos tomamos el "romanticismo" por donde no era.

Nos explicamos: Lord Byron fue el autor romántico por excelencia, sí. Pero el romanticismo en su origen era un movimiento que trataba temas como la tragedia del hombre ante su destino, la lucha contra los elementos, la oposición entre los sueños y la realidad, el ansia de libertad y la muerte… temas muchos más duros que eso de los besos, los jardines y las chicas de piel blanca y mejillas sonrosadas. Byron, al ver el puente, sabía que era una perfecta muestra del verdadero "romanticismo". Pero a nosotros, para los que ha quedado lo "romántico" en su forma final, decadentemente sensiblera, que nos digan que el puente de los suspiros es "romanticismo puro" significa imaginarnos a dos enamorados vestidos como Romeo y Julieta paseando por el viaducto mientras se dicen "te quiero".

Como lo truculento no vende ya veis qué visión ha prevalecido. Así que, cosas curiosas de la vida, la historia y el turismo, el puente de los suspiros se ha convertido en un emblema moroso, al igual que la misma ciudad de Venecia. Y eso que no era una ciudad precisamente tierna y sensible: una historia interesantísima de conspiraciones, traiciones, lujuria… hasta de brujería y magia ha quedado ahogada en los canales, arroyada por las góndolas que transportas a miles de recién casados.

En fin… ¡a falta de Byron menos mal que nos quedan las obras de Hugo Pratt que, como auténtico veneciano, sabía por qué suspiraban de verdad sus paisanos!

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