Los ainu, indígenas de Japón

Ainu

Al ver fotos antiguas de miembros de la etnia ainu nos llamarán la atención sus rasgos: no se corresponden con los que pensamos que corresponden a un japonés; incluso podríamos pensar que la imagen que estamos viendo está mal indexada y en realidad se trata de una foto de una persona siberiana. Sin embargo los ainu fueron los primeros pobladores de Japón.

Llegaron a Japón precisamente desde Siberia atravesando el puente natural que hace 20.000 años había entre la isla Sajalín, hoy territorio ruso, y Hokkaido, la gran isla septentrional del archipiélago japonés (la etnia jomon no llegaría hasta hace 16.000 años). De hecho estudios actuales parecen confirmar que la lengua ainu estará emparentada con las paleosiberianas.

El aislamiento de Hokkaido y esa tardanza en la llegada de otros colonizadores propiciaron que los ainu desarrollaran una cultura única y unas costumbres muy diferentes a las que tenemos por japonesa: los hombres dejaban de afeitarse al llegar a la madurez, las mujeres se tatuaban brazos y boca pasada la pubertad y, una de las cosas que más extrañaban a los posteriores conquistadores del sur del archipiélago, cocinaban el pescado; sus vestimentas estaban decoradas con motivos geométricos que nos pueden recordar a la decoración siberiana…

La sociedad ainu se distribuía en diversas aldeas de cazadores o pescadores mandadas por un jefe que también dirigían sencillas ceremonias religiosas animistas en las que el espíritu de la naturaleza (kamui) tiene un papel primordial.

El año 659, en pleno periodo Heian (época del auge de los samuráis), sería determinante para la cultura ainu: desde el sur llegaron varias avanzadillas que conquistaron parte de Hokkaido. De esta época nos llegarán las famosas representaciones pictóricas de los ainu como gente alta, de tez oscura y abundante vello corporal.

El avance japonés fue progresivo, pero implacable. Tras varias derrotas significativas de los pueblos ainu sucedidas a lo largo de varios siglos el proceso de asimilación se completaría a mediados del siglo XIX. Este proceso ha sido comparado a menudo con el que sufrieron los indígenas americanos: se prohibiría parte de sus costumbres (como el tatuaje femenino) y se reasentarían en pequeñas comunidades.

En 1900, con la llegada de la dinastía Meiji, la apertura de Japón al exterior y un acercamiento a occidente se dictó la ley de protección de los ainu; pero no fue hasta la década de los años 80 del siglo XX que se produjo la recuperación de costumbres y la reavivación del interés por su cultura.

Hoy los ainu son un grupo presente en el parlamento japonés, aunque según muchos todavía queda bastante que hacer para que los representantes de esta etnia tengan el respeto que merecen como primeros pobladores de Japón

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